Agosto es el mes correcto para internarse, con nuestras motos, en los senderos de tierra roja de la selva misionera. El clima fresco y menos lluvioso permite disfrutar un recorrido en donde los caminos son continuamente invadidos por la feraz naturaleza de la Mesopotamia.
Solo la suerte nos permitirá ver alguno de los grandes mamíferos del país: aguará-guazú, capibara, yaguareté, tapir u oso hormiguero. Reptiles sorprendentes, yacarés, caimanes, lagartos, serpientes yarará o cascabel también nos serán esquivos. Sin embargo, la aves como el águila arpía, papagayos y tucanes y un gran cantidad de loros y cotorras o los pequeños mamíferos como los coatíes o monos serán muy probablemente divisados en la selva.
El canto de las aves del humedal o la selva nos despertará al alba. La gastronomía típica, funde el pasado guaraní con las diferentes corrientes migratorias que enriquecieron a ambas provincias. Sabores dulzones y aromas ahumados, carnes de yacaré y carpincho, postres de guayabas, cítricos o yatay. El mate que marca una presencia permanente. La Mesopotamia argentina que nos sorprende por una vida casi permanente al aire libre.
Empezamos el viaje en el corazón de los Esteros del Iberá. Una joya de la biodiversidad en el medio del encanto de la provincia de Corrientes. Poco a poco, nos internaremos en la selva misionera, pasando por los saltos del Moconá y Bernardo de Irigoyen, con su influencia gaúcha del Brasil. Las majestuosas Cataratas del Iguazú son el objetivo que queremos alcanzar. Desde ahí, regresamos para atravesar el corazón de las misiones jesuíticas y sus famosas ruinas de San Ignacio. Terminaremos el viaje a la orilla del imponente embalse de la represa Yaciretá.
** PANDEMIA COVID: la realización de este viaje está supeditada a la posibilidad de volver a movilizarse en cada provincia y hacia éstas. En caso de que no haya vuelos en avión pero se pueda acceder por via terrestre al punto de inicio, será informado oportunamente. Si no es posible en fecha propuesta, se irá reprogramando.